Andalgalá, Belén, Londres y Fiambalá. Entre valles, ríos y sierras, una forma original de ingresar en el pasado precolombino.
PorDiego Jemio ESPECIAL PARA CLARIN
Todos me quieren querer porque soy catamarqueño”, dice una chacarera del Indio Uribio. La obra no sólo es una oda a las fiestas norteñas sino también una invitación para visitar la provincia de Catamarca , carnavalear en Chaquiago, probar el vino de Tinogasta y calzarse un poncho artesanal de Belén.
Con valles, puna, selva y cordillera, Catamarca es uno de los destinos más fascinantes del norte argentino. Invita a conocer el pasado precolombino, a sorprenderse con los extintos volcanes y a conocer las más refinadas artesanías en telar de todo el país.
Andalgalá , a 260 km de San Fernando del Valle de Catamarca, es un buen punto de partida para explorar el noroeste de la provincia, a través de la ruta 46. La parada obligada es la plaza 9 de Julio. En el centro están los museos Arqueológico Provincial "Samuel Alejandro Lafone Quevedo" y Folclórico. El primero es, quizás, uno de los puntos más altos para entender la historia de los originarios pobladores diaguitas y calchaquíes. La colección cuenta con más de 500 piezas de las distintas culturas que habitaron estas tierras. Por su parte, el Museo Folclórico muestra objetos de la actividad vitivinícola, artesanías y elementos relacionados con las danzas y la música nativa.
Pero el gran atractivo de “La Perla del Oeste” –como también llaman a Andalgalá– quizás sea su entorno, ese relieve montañoso cortado por valles, el terreno que invita a hacer caminatas, al picnic y a practicar deportes de aventura. Se puede hacer montañismo hasta los nevados del Aconquija, motociclismo enduro y travesías en 4x4, entre otras actividades en contacto con la naturaleza.
A unos 17 km del empalme de la ruta 62, siempre cerca de Andalgalá, el yacimiento arqueológico del Pucará de Aconquija –de 250 km de extensión– es una de las más fastuosas guarniciones defensivas del territorio que ocuparon los incas a fines del siglo XV. Testimonia la importancia que se le asignaba a la zona, delimitada por gruesos y altos muros defensivos, levantados con piedras que siguen las líneas del terreno. En el interior aún se pueden ver 113 recintos, agrupados en varios conjuntos arquitectónicos del tipo cancha, rectangulares, con una plaza y varios depósitos.
Siguiendo hacia el oeste de la provincia, para llegar desde Andalgalá a Belén hay que tomar la ruta 46. El atractivo camino bordea las faldas de los Nevados de Aconquija, con vistas al gran campo de este departamento. Son casi 90 kilómetros, en los que se suceden distintas paradas ideales para tomar bellas fotos.
Al pie de las sierras del Shincal y a 1.558 metros sobre el río Quimivil, Belén es una ciudad colonial, famosa por sus tradicionales ponchos, tejidos con las antiguas técnicas con las que también se fabrican alfombras y tapices. Vale la pena pedir permiso en alguna de las casas “belichas”, para admirar esas creaciones artesanales, hechas por manos curtidas con fibras de alpaca, vicuña y llama.
El lugar más visitado del departamento de Belén es la ciudad precolombina de El Shincal , tras recorrer 25 kilómetros desde el pueblo. El sitio arqueológico comprende casi 30 hectáreas y permite observar numerosos recintos, escalinatas y senderos, parcialmente recontruidos. Forman parte de un populoso centro urbano construido y habitado por los incas entre 1470 y 1536.
“Si este territorio tiene 500 años de presencia española, hay que pensar que tiene más de 10 milenios de presencia indígena cuando llegan Diego de Almagro, Diego de Rojas, Núñez del Prado y Juan Pérez de Zurita, los primeros ojos europeos que vieron estas tierras. No era un páramo: estaba poblado por miles de indígenas”, explican en la Secretaría de Turismo de Catamarca.
A menos de 5 km de estas ruinas se encuentra Londres , la primera localidad fundada por españoles en la provincia de Catamarca y la segunda más antigua de Argentina, después de Santiago del Estero. Para comenzar el recorrido es una buena idea subir al Monumento a Nuestra Señora de Belén. Es el principal mirador de la ciudad, a 300 metros de altura. Otro imperdible es el Museo Arqueológico Cóndor Huasi, uno de los mayores de la provincia, con 3.000 piezas de cerámica, hueso, piedra y metal. El paseo puede terminar en el Santuario Nuestra Señora de Belén y la Plaza Olmos y Aguilera. Otra buena opción es hacer una caminata por la Quebrada de Belén, con un tramo de 11 km adornados por un espectacular paisaje montañoso.
Cualquiera sea el recorrido elegido, Catamarca garantiza buenos sabores a sus huéspedes. La provincia produce el mejor aceite de oliva del país en más de 30 mil hectáreas de olivares (una producción introducida por los jesuitas). De hecho, en algunos lugares se ofrece a los turistas recorrer la Ruta del Olivo. Se produce aceituna, además de durazno, nogal, uva, membrillo, papa y especias, como comino y anís.
Por la noche, es imprescindible sentarse a beber una copa de vino de Tinogasta. El cielo suele lucir limpio y estrellado. Y uno, inspirado por ese marco, se va cantando esa vieja chacarera de Pacheco: “Todos me quieren querer porque soy catamarqueño”.
Fuente: clarin.com
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