Son periodistas, chubutenses y rechazan el lugar común de “especialistas”. Javier Rodríguez Pardo, de 65 años, habla de forma enérgica, alza la voz, se apasiona, por momentos pareciera arengar a una multitud. Luis Manuel Claps, de 32, mantiene el perfil bajo, habla lentamente, piensa detenidamente cada frase. Rodríguez Pardo acaba de publicar Vienen por el oro, vienen por todo, libro donde explica y detalla la avanzada minera en el país. Claps es editor del sitio internacional Minería y Comunidades y creador de Oro Sucio, uno de los primeros portales argentinos que abordaron la acción de las empresas y las resistencias de las comunidades. Aunque rechazan de plano el encasillamiento, son los dos periodistas argentinos que más conocen sobre la situación minera. Sus artículos, investigaciones y ponencias suelen ser tomados como propios por colegas, legisladores (en ejercicio y electos) e intelectuales, aunque rara vez los citan como fuentes. Pero, por sobre todo, Rodríguez Pardo y Claps tienen en común que caminaron cada pueblo del país que lucha contra la minería metalífera a gran escala –con sopas químicas y enormes consumos de agua–, ponen el cuerpo en esa lucha y son de absoluta confianza de las asambleas que existen a lo largo de la cordillera.
¿Cuál es la situación hoy a una década de la gran minería en el país?
J. R. P.: –Cuando comenzamos a ingresar al tema minero tomamos tres conceptos: contaminación, destrucción territorial y saqueo. En esta relación de fuerzas dimos pasos importantes, como lograr leyes provinciales que prohíban la actividad minera. Esto no significa un triunfo, apenas un peldaño, porque hay que sostener esas leyes. El lobby minero es muy fuerte, son corporaciones enormes que marcan la agenda de países. Pero las comunidades están de pie, de la resistencia se pasó a la rebelión. Hay países donde la única forma será doblegar al pueblo, la violencia de Perú o Ecuador, o la judicalización de la lucha. También están los caballos troyanos, los funcionarios y gobiernos que les abren la puerta. Pero a medida que aumente la resistencia, las empresas impulsarán mayor violencia.
La lucha creció luego de Esquel. Se conformó la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), con cien pueblos articulando acciones.
J. R. P.: –En ese plano hemos avanzado. Y mucho tuvo que ver Esquel, ése fue el quiebre. Cuando el 23 de marzo de 2003 salimos a festejar (en un plebiscito, el 80 por ciento votó contra la explotación minera), me pregunté qué estábamos festejando. Tiempo antes había ido a la Dirección de Minería de Chubut, donde tenía un amigo, y me dio un mamotreto de manifestaciones mineras, mapas y un listado de empresas presentes. Ahí nos dimos cuenta de que habíamos peleado con una, pero girando la cabeza teníamos cientos. Sólo en Chubut había cerca de 500 manifestaciones mineras. El Cordón Esquel era sólo una.
Criticas a las universidades
¿Cómo intervienen las universidades, la academia y los intelectuales en el tema minero?
J. R. P.: –Es muy difícil que un proyecto minero se instale si tiene la comunidad en contra. Entonces buscan la licencia social académica, por eso su vinculación con las universidades. Contar con un aval académico les viene muy bien a las empresas, y las universidades y los laboratorios más especializados son funcionales a eso, al igual que catedráticos, especialistas y personalidades. Exigimos que se rechacen de plano los fondos a las universidades, es un claro soborno, donde se sabe quién paga y quién recibe.
Por otro lado, hay un sector de intelectuales que se acerca a los movimientos sociales. Aunque también genera desconfianzas.
J. R. P.: –Hay algo de ruido con ese tema. Porque siempre aparecen después del “fenómeno”, nunca cuando el movimiento o la lucha está en formación. Igual se acepta que algunos estudiosos integren los movimientos sociales, pero que lo hagan como militantes más, como hay periodistas, geólogos, ingenieros, maestras o cualquier otro oficio. Pero siempre hay alguien que se erige en sabelotodo, y que en realidad está en una etapa de aprendizaje como todos los demás. Está claro que el análisis de una situación de movilización no se da con un título académico. La única autoridad proviene de la práctica concreta, del recorrer los pueblos y escuchar. (Página 12, Buenos Aires, 07/10/09)
¿Cuál es la situación hoy a una década de la gran minería en el país?
J. R. P.: –Cuando comenzamos a ingresar al tema minero tomamos tres conceptos: contaminación, destrucción territorial y saqueo. En esta relación de fuerzas dimos pasos importantes, como lograr leyes provinciales que prohíban la actividad minera. Esto no significa un triunfo, apenas un peldaño, porque hay que sostener esas leyes. El lobby minero es muy fuerte, son corporaciones enormes que marcan la agenda de países. Pero las comunidades están de pie, de la resistencia se pasó a la rebelión. Hay países donde la única forma será doblegar al pueblo, la violencia de Perú o Ecuador, o la judicalización de la lucha. También están los caballos troyanos, los funcionarios y gobiernos que les abren la puerta. Pero a medida que aumente la resistencia, las empresas impulsarán mayor violencia.
La lucha creció luego de Esquel. Se conformó la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), con cien pueblos articulando acciones.
J. R. P.: –En ese plano hemos avanzado. Y mucho tuvo que ver Esquel, ése fue el quiebre. Cuando el 23 de marzo de 2003 salimos a festejar (en un plebiscito, el 80 por ciento votó contra la explotación minera), me pregunté qué estábamos festejando. Tiempo antes había ido a la Dirección de Minería de Chubut, donde tenía un amigo, y me dio un mamotreto de manifestaciones mineras, mapas y un listado de empresas presentes. Ahí nos dimos cuenta de que habíamos peleado con una, pero girando la cabeza teníamos cientos. Sólo en Chubut había cerca de 500 manifestaciones mineras. El Cordón Esquel era sólo una.
Criticas a las universidades
¿Cómo intervienen las universidades, la academia y los intelectuales en el tema minero?
J. R. P.: –Es muy difícil que un proyecto minero se instale si tiene la comunidad en contra. Entonces buscan la licencia social académica, por eso su vinculación con las universidades. Contar con un aval académico les viene muy bien a las empresas, y las universidades y los laboratorios más especializados son funcionales a eso, al igual que catedráticos, especialistas y personalidades. Exigimos que se rechacen de plano los fondos a las universidades, es un claro soborno, donde se sabe quién paga y quién recibe.
Por otro lado, hay un sector de intelectuales que se acerca a los movimientos sociales. Aunque también genera desconfianzas.
J. R. P.: –Hay algo de ruido con ese tema. Porque siempre aparecen después del “fenómeno”, nunca cuando el movimiento o la lucha está en formación. Igual se acepta que algunos estudiosos integren los movimientos sociales, pero que lo hagan como militantes más, como hay periodistas, geólogos, ingenieros, maestras o cualquier otro oficio. Pero siempre hay alguien que se erige en sabelotodo, y que en realidad está en una etapa de aprendizaje como todos los demás. Está claro que el análisis de una situación de movilización no se da con un título académico. La única autoridad proviene de la práctica concreta, del recorrer los pueblos y escuchar. (Página 12, Buenos Aires, 07/10/09)
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