Se nos quitó el sueño en atención a que no conocemos qué efectivamente va a pasar con la mega minería catamarqueña. Al margen de que Catamarca no está preparada para prescindir de estos recursos y mucho menos para este nuevo escenario. Primera conclusión: no estamos, como Estado, en condiciones de hacernos cargo de esta dura realidad.
De todas formas, para que no se preocupen, ya llegó una nota firmada por Iván Glasenberg en representación de Glencore – Xstrata, enviada a la gobernadora de Catamarca, Lucía Corpacci, comunicándole de la nueva situación empresarial y la intención de seguir apostando al crecimiento del sector en la provincia.
Cuando el contexto cambia, somos otros
Empero, volviendo a un plano general, si bien pueden ser compatibles, los intereses se conducen de acuerdo con las circunstancias. Una cosa es consolidar un proyecto, otra preocuparse por el crecimiento empresarial; muy distinto puede ser el objetivo de un gobierno y sobre todo el de los accionistas en “este” momento.
El punto es que a pesar de que cada decisión de los privados puede involuntariamente perjudicarnos, la lógica cuando se trata de mega emprendimientos suele ser implacable. Entre tener cinco yacimientos de poca envergadura desperdigados, que en producción y reservas equivale a uno grande, la opción es obvia, entendida desde la ecuación costo-beneficio para los técnicos. De todas, Catamarca posee un polo minero bastante atractivo a desarrollar si se logra articular Alumbrera con el área donde se encuentra Agua Rica.
“Ya vamos a salir”
La realidad es que en el nivel mundial, desde la crisis del 2008 hasta la fecha la cosa viene en picada. Por las razones macroecónomicas que sean, el efecto llegó demorado por la consigna esperanzadora de que “ya vamos a salir”.
No obstante, el nuevo escenario se confecciona registrando el dato y la información de que las condiciones ya no son las mismas que cuando se radicaron las inversiones mineras en la Argentina. Cambiaron, por lo tanto, las consecuencias y la reacción también son distintas. Hay que revisar esta postura de supuesta suficiencia política económica que traba la actividad como una abierta contracción oficial, que puede ser tan determinante como las coordenadas internacionales imperantes.
Las empresas mineras son claras en este concepto. El capital que invierten es de riesgo, entonces tienen que convencer a sus accionistas que los retornos van a ser significativos. Y en nuestro caso, no hay forma de crecer si no abrimos las puertas a las inversiones extranjeras. Si no, únicamente subsistimos. Está comprobado y sufrido.
Hubo un cierto despegue
Por eso, no le apuntaría al sector privado en relación a si se ve obligado a dejar la provincia o el país. Es otro tema. La pregunta crucial en estos casos es dónde estamos parados nosotros. Respuesta: seguimos atados a una minería que no pudimos consolidar nunca como tal.
Malentendido con ambientalistas, dificultades relacionadas con pautas de trabajo nacional para el sector, retenciones, y una discusión tergiversada sobre una supuesta “minería social” entendida como una especie de estado paralelo que debía resolver problemas estructurales. ¡Una locura!
En Catamarca, hubo cierto despegue con la promoción y las actividades productivas devenidas con el olivo y la minería. Se radicaron inversiones para eso. Lo cierto es que nosotros no supimos utilizar la renta, a pesar de que ingresaron millones de pesos a las arcas provinciales y municipales.
Cálculo muy finito
Con el gasto inicial ya establecido en una suerte de pequeño polo industrial, el cálculo que hacíamos los catamarqueños era que con una ecuación muy fina de costo-beneficio teníamos “100 años de minería”. La intención era potenciar ese equilibrio.
Eramos conscientes de que no íbamos a ser “la” provincia minera, pero tendríamos de esta forma un ingreso de dinero sumamente importante por la explotación de recursos mineros. Por lo que, con inteligencia por parte de los empresarios, y una buena administración de esos dividendos por parte del Estado, era un punto de elevación para poder mirar desde otro ángulo el crecimiento vegetativo de los años venideros.
¿Y ahora?
El cambio no es menor. Si Alumbrera no continúa en Agua Rica, la atención se dirigirá a evaluar únicamente los costos del cierre de minas (que en 2008 ascendían a 800 millones de dólares), y la forma en que vamos a contener a una gran cantidad de trabajadores relacionados con la actividad minera, cuyo presente laboral no tendrá materia para darle forma.
A la par, un gobierno que no va a tener disponible los fondos provenientes del sector y que hasta aquí sirvieron para todo, incluso para pagar sueldos. Sumo a que cubrió necesidades de salud, educación y seguridad, dejemos en claro que se utilizaban concretamente para hacer funcionar la provincia.
No se trata de llorar sobre la leche derramada, pero si se hubiera acordado antes aspectos relacionados con la puesta en marcha del emprendimiento minero varias veces truncado (Agua Rica), estaríamos en una mejor posición para negociar su apertura y construcción.
Lo que pasa es que somos fanáticos, nos encanta perder tiempo porque nos sobra, y cuando tenemos plata, nos apasiona tirar manteca al techo. Ah, también somos muy buenos buscando culpables fuera de nuestro ámbito.
Como en toda situación difícil, se esconde una oportunidad. Busquemos juntos. Una minería nacional (aunque periférica) con capitales extranjeros y valor agregado, se puede. Al fin y al cabo, Alumbrera pasó valientemente varias crisis como la actual, e YMAD sigue siendo un ejemplo de experiencia minera en Latinoamérica. Ambas desplegaron todas sus fortalezas en Catamarca, imaginamos que el grupo Glencore- Xstrata, por su envergadura, no será menos que esta notable experiencia señalada.
Fuente: www.launiondigital.com.ar
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