Por Mario Laplaca de Diario La Unión Catamarca
Lamentablemente, las posturas encontradas, los extremos, la visión unilateral en el conflicto que se plantea ante la explotación minera hace que quede poco margen para el debate y mucho de posturas fundamentalistas.
Si uno aboga por el desarrollo minero, inmediatamente es tildado de vende patria, se lo tilda de atentar contra la vida y no hay margen para expresar los argumentos correspondientes, porque pasa a ser un enemigo de quienes levantan las banderas del ambientalismo, es decir los antimineros.
Si por el otro lado se plantea la necesidad de cuidar el ambiente, de que se realicen los controles correspondientes, que la producción minera tenga un impacto social verdadero, pasa a ser para los defensores de la minería, un elemento que quiere frenar el desarrollo, que atenta contra una industria que genera trabajo y pasa a ser un enemigo de los promineros.
Uno son los buenos y los otros –los que no piensan como yo- son los malos, somos ángeles y los otros demonios, según el lado del que se esté.
El concepto de enemigo se llevó muchas vidas en la historia de la Argentina, y todavía sigue dando vueltas en el inconsciente colectivo, sólo basta con escuchar al anciano genocida como el ex general Domingo Bussi, para entender las posturas maniqueas en las que nos manejamos.
No hay espacio para el debate serio, el de las ideas, el de la ciencia, el que permite el crecimiento de una provincia, y por ende de un país.
Con solo mostrar un cuestionamiento a la actividad minera, se está en contra de la minería, con sólo intentan explicar la importancia que puede tener la minería como madre de las industrias, ya se es un cipayo, con justificativo para pedir la horca en la plaza pública.
No se plantean las cuestiones esenciales que tienen que ver con el desarrollo de las regiones más postergadas, de la generación de trabajo, de la posibilidad de salir de la pobreza, del acceso a la educación igualitaria para todos.
Nada que ver, se está en un bando y por ende en contra del otro, y en esto hay que ser claros, son facciones, son sectores, no es una comunidad que ataca o avala a una producción.
Y allí se mezclan los intereses económicos tanto de las mineras como de las multinacionales, que apoyan a los ambientalistas.
Se mezclan los intereses políticos de quienes quieren sacar tajada de los pro y de los contra.
Se mezcla el concepto de Estado que planteamos en otra columna, que sólo entienden la vida como empleado público y no pueden entender que se necesita del desarrollo productivo para generar empleo genuino, que hay vida más allá del Estado paternalista.
Se mezcla una dirigencia que malgastó fondos de regalías mineras y ahora miran para otro lado, como si no tuvieran responsabilidades.
Se mezcla las empresas que no se preocuparon por la responsabilidad social, por las comunidades donde se desarrollan las producciones.
Se mezclan ambientalistas que necesitan del conflicto para justificar el financiamiento que reciben.
Se mezclan las mentiras sin fundamento científico de quienes hasta pueden llegar a inculpar sobre la muerte de una menor sin importar que se está hablando de una tragedia familiar y del hecho más trágico que puede sacudir a un ser humano, como es la pérdida de un hijo.
Se mezclan los intereses de mantener el poder sin importar el costo que se tenga.
Se mezclan los lobos vestidos de cordero, que se hacen ángeles pero son sin dudas demonios.
En medio de esta situación, ocurren los hechos de violencia que no tienen ningún justificativo por más vueltas que le podamos dar, por más explicaciones o mejor dicho justificaciones que busquemos.
La violencia es violencia y no importa si lo hacen estudiantes universitarios, ambientalistas, el grupo Quebracho; es violencia y listo.
La condena debe ser para los que tiraron huevos al diputado Solanas como los que quemaron el municipio de Andalgalá; la represión impartida por el personal policial, naturalmente con las responsabilidades que a cada uno le corresponde.
El camino siempre es el diálogo, pero para eso hay que tener voluntad de dialogar.
Hay que tener la amplitud necesaria para debatir sin que se aprovechen los oportunistas que quieren sacar provecho de los conflictos.
Claro que también hay responsables, los que dividen a la sociedad, los que se gastaron toda la plata de un recurso no renovable y no se ve ningún avance en las comunidades donde están las explotaciones mineras.
Ahora aparecen los dirigentes políticos aprovechando la oportunidad para criticar o apoyar, según ven va el termómetro popular como si recién llegaran de viaje y no supieran lo que pasa con la explotación minera desde la década del ‘90.
Mientras cada uno esté en una trinchera estaremos frenados, porque la comunidad está frenada y necesita sobre todo poder tener un proyecto claro de desarrollo productivo, que le garantice fuentes de trabajo no estatales, una educación de acceso para todos, una salud digna, para plantear algunas cosas.
Lo dijimos alguna vez, de esas cosas no se habla. No hay proyectos sino anteproyectos. No hay desarrollo sin frenar el desarrollo. No hay controles, sino que se haga lo que quiera sin medir las consecuencias.
Pero todavía no se gasta tanta energía e inteligencia en sentarse a debatir un proyecto de una Catamarca en desarrollo con igualdad para todos.
Total el Estado paga todo, los sueldos, lo que se rompió, el tiempo perdido, las posturas maniqueas, como si ese Estado no fuera cada uno de nosotros que aportamos con nuestro esfuerzo para que siga funcionando.
Total, que los pobres sigan siendo más pobres; que los ricos sigan siendo más ricos, y que cada uno cuide el carguito público de mayor o menor envergadura.
Estamos en una eterna inmovilidad, que sólo sirve para que algunos sigan disfrutando de las bondades del Estado, y el resto siga esperando que alguna vez las cosas puedan cambiar.
Pero bueno, para algunos hablar de estas cosas será cuestión de cipayos, vende patrias, y para otros, de alguien que quiere frenar el desarrollo y atentar contra el crecimiento.
Mientras sigamos parados en los pro y los anti, vamos a seguir perdiendo tiempo y, sobre todo, vamos a seguir perdiendo oportunidades, aunque a algunos no les importe, total, no van a sufrir las consecuencias.
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