La empresa Minera Alumbrera tomó el desafío de construir en medio del desierto del salar.
El año pasado, este diario reflejó la terrible precariedad en la que alumnos de los puestos ubicados en el Salar de Pipanaco, en el departamento Pomán, tenían que tomar clases en escuelas que no llegaban a ser ni siquiera "ranchos", sino directamente taperas.Se trata de las escuelas ubicadas hacia el oeste de la zona más poblada del departamento, en medio del desierto del salar, donde hay por lo menos 4 puestos o rancheríos dispersos, y en las cercanías de cada uno, se construyeron "taperas" con horcones de palo, techos de cañizo y barro apisonado, para que los docentes impartan clases a los chicos del lugar y de los puestos más cercanos. Las "aulas" no tenían ni puerta, ni ventana, ni baño: eran apenas tres paredes con una cara abierta hacia el exterior, por donde se filtraba el viento y la tierra.
Uno de estos puestos es el denominado San Nicolás, que ahora merced a la intervención de la empresa Minera Alumbrera podrá contar con un aula y un baño construido con paneles de chapa, concreto y durlock.
En diálogo con este diario, el arquitecto Pedro Larcher que participó de la construcción del nuevo módulo para la escuela narró los pormenores de la iniciativa.
En primer término, detalló que la "escuela" había contado con una letrina, que ni siquiera el docente o los alumnos utilizaban, porque se llenaba de bichos, incluso, víboras.
Al tratarse de una estructura hecha con barro crudo, había también vinchucas, con el riesgo que implica.
"Para planificar, tuvimos que llegar al lugar y en esos viajes, se terminó fundiendo una de las camionetas que usamos", explicó Larcher, que precisó que el puesto está a 45 kilómetros de la Ruta Provincial Nº 46.
El módulo del aula tuvo que ser "prefabricado", puesto que el camino de acceso es sumamente peligroso porque no pueden ingresar vehículos muy cargados. Entonces, los paneles del aula y del baño se hicieron en Andalgalá, con una empresa de esa ciudad, y después se trasladó todo hacia el lugar donde se los iba a ensamblar. "Cuando vas, no te podés olvidar ni un clavo, porque ir o volver son 3 horas de viaje por el salar", explicó Larcher.
El aula tiene 6 metros de largo y de ancho, está hecha con paneles metálicos con aislación sonora y térmica, con paneles de placa de yeso, piso cerámico y ventiladores de techo, además de otro módulo con un baño con ducha caliente, con un calefón a leña, que abunda en la zona. También tiene la instalación para conectar un generador electrógeno propio.
Los 14 alumnos que concurren allí podrán tomar clases en condiciones un poco más dignas a partir de ahora. Además, Larcher destacó que parte de la mano de obra que se contrató para la construcción, fueron jóvenes del mismo puesto San Nicolás, de forma tal que pudieron generar ingresos para sus familias.
Pero sin lugar a dudas que lo que más asombra es el monto que se gastó para abrirle el camino a los alumnos para que tomen clases en condiciones dignas: en total, según estimó Larcher, se gastaron unos $200 mil, un monto que podría equipararse al valor de un automóvil de gama media.
EN BURRO
La mayoría de los chicos que concurren a la escuela del Puesto San Nicolás llega en burro desde sus casas. Y deben faltar a clases si la familia tiene que utilizar el animal para sacar el agua del pozo.
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