EDITORIAL. Andalgalá es, desde hace demasiado tiempo, una sociedad atravesada por las controversias... Andalgalá es, desde hace demasiado tiempo, una sociedad atravesada por las controversias. Una comunidad en la que los antagonismos típicamente argentinos se exacerban en demasía, y las dualidades se alientan hasta el paroxismo.
Dividida en la última década por el antagonismo “minería sí, minería no”, desde hace unos días debe enfrentar una polémica que enfrenta otra vez a sus habitantes y que ha llegado, según lo señala la crónica periodística, hasta el altar donde se celebraba una misa.
No es la pedofilia, como la minería, una actividad que pueda reivindicarse, claro está. No es ése, que se entienda, el eje de la discusión que se advierte en la atmósfera tensa de la Perla del Oeste. La controversia, en la que no escasean resabios de antiguas disputas, se alimenta del justo derecho que tiene una comunidad de repudiar la aberrante práctica que ha cobrado estricta actualidad a partir de la investigación judicial, pero también de la razonable posición de una familia que cuestiona la condena social que ha recibido una persona de la que hasta el momento sólo se tenían algunas sospechas, y que optó por un desenlace fatal para evadir el escarnio de que se lo señalase con el dedo en la escuela en la que trabajaba o en las calles por las que caminaba.
El profesor Rodolfo Vergara Maidana, de él se trata, fue víctima de un linchamiento mediático impiadoso. Su nombre fue mencionado públicamente en esa ciudad antes de que fuera imputado por el juez a cargo de la investigación. Es cierto que en un lugar como Andalgalá los rumores corren al ritmo de un reguero de pólvora, pero los medios de comunicación tienen una responsabilidad insoslayable. Hasta ahora, no existen pruebas contundentes que vinculen al docente con el delito que se investiga.
Una mirada desapasionada -en el sentido de no obnubilada por las pasiones, sino sustentada en un análisis racional- de la situación, sería tal vez suficiente para comprender que es tan nocivo asumir una posición indiferente ante la posible existencia de una organización dedicada a tan deleznables prácticas, como dar por sentado que un sospechoso es culpable antes de que actúe y se expida la Justicia.
Andalgalá es, al mismo tiempo, una sociedad con un elevado nivel cultural, tal vez por encima del promedio provincial. Históricamente le ha dado a la provincia hombres y mujeres pensantes, dirigentes de fuste y comprometidos con un horizonte de progreso que los andalgalenses han creído siempre al alcance de sus manos.
De allí la primera paradoja: una sociedad capacitada para dirimir sus controversias con buen nivel de debate termina desbarrancada hacia el abismo de las reyertas insensatas.
Y una segunda paradoja: esa misma sociedad, capaz de generar hombres y mujeres preparados para concretar los sueños de superación, elige para gobernar en el momento en que el municipio empieza a percibir los recursos de la minería a un dirigente sin formación, ni experiencia ni menos aún idoneidad para la gestión, ni escrúpulos para malgastar esos recursos. Es más serio todavía: lo eligió durante dos períodos consecutivos.
José Perea, hoy sentado en una banca del Senado provincial, es la representación de la paradoja política de una sociedad en conflicto permanente con sí misma.
De modo que la recuperación de la tranquilidad y el raciocinio en el análisis de la realidad parece ser el camino más adecuado para reencauzar el debate de los temas que inquietan a esa comunidad del Oeste enfrentada a sus propias contradicciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario