Por Juan Carlos Andrada
La gente merece que la información que recibe de la minería y el medio
ambiente sea confiable y no un producto de presiones de cualquier
índole. Por tanto, los comunicadores sociales tendremos que superar
necesariamente el maniqueísmo periodístico.
Para ello hemos de empezar a tratar o instalar la minería no solo como
de interés de las revistas especializadas, sino como un tema nacional y
por lo tanto, lo bastante accesible como para garantizar su llegada a
toda la sociedad.
Como hombres y mujeres de la comunicación, sabemos que resulta muy
difícil modificar estereotipos una vez que se han instalado, al margen
de que consciente o inconscientemente los consolidamos a diario,
extremando la versión, pro o anti minera.
Al parecer la prensa, sin exagerar sus virtudes y sus defectos, ha
jugado un rol medular en el desarrollo de los acontecimientos
relacionados con una de las actividades más importantes del país. Por su
lógica e indelegable responsabilidad ¿no es hora de sentar también a
los periodistas junto con los otros actores que se ocupan de la materia
minero-ambiental, formando parte real y comprometiéndose en una difusión
esclarecedora y proyectiva de la actividad?
Exceso de atribuciones
Las comunidades tienen derecho a recibir información veraz y plural
relacionada a la minería y el medio ambiente. Además, un pueblo que
trabaja y lucha no puede también hacerse cargo de los fanatismos
periodísticos en cualquiera de sus versiones.
En todo caso, somos nosotros, la prensa sea pro o anti minera, los que
no tenemos derecho a hostigar a los vecinos con planteos intransigentes,
ni mucho menos, alterar la paz social porque no supimos encontrar otro
camino para comunicar.
¿Quiénes somos los periodistas o comunicadores sociales, a favor o en
contra de la actividad, para forzar situaciones al punto de intentar
desnaturalizar las decisiones de un pueblo o cuestionar las autoridades
legítimamente constituidas?
De igual forma, si bien la actual coyuntura político- mediática es el
marco en donde debemos inscribir necesariamente el debate de la minería,
eso no justifica que podamos endilgarle tan livianamente al contexto
nuestro extravío e incomunicación con la gente.
¿Qué es eso de “nosotros” y “ellos”? Un pueblo es toda su gente. No
obstante, de todas las formas que lo queramos imaginar, cualquier cambio
promovido no puede ser mediado sino por métodos y principios
democráticos. No hay otra.
¿Cuál es el poder de la prensa?
Pero, ¿cómo llegamos hasta aquí? En principio, hay que decir que la
información minero-ambiental no forma parte de la agenda de los medios
masivos de comunicación en la misma proporción en que influye en las
comunidades. Tendríamos que haberle dedicado más tiempo a estos temas.
El periodismo demostró cierto desinterés en profundizar la relación
entre la minería y sus lazos socio-económico-ambientales con las
comunidades mineras. Esta desidia de la prensa es parte de los efectos
perjudiciales al entorno del que no nos podemos desentender. Dicho
directamente: la prensa no estuvo a la altura de las circunstancias,
tampoco.
Sin embargo, también es cierto que, por desgracia o por fortuna, no
somos la única fuente de información ni mucho menos el lugar donde se
toman las decisiones importantes. Sin duda no tenemos tanto poder como
dicen los que acusan a diestra y siniestra.
Creer que la prensa lo puedo todo (en un sentido o en otro), es un acto
de soberbia absurdo de nuestra parte en estos tiempos, y una manera
sosa de subestimar a un público diferente y diverso que lee los diarios o
escucha la radio a través de los hechos, de la vida misma.
De hecho, la verdadera autoridad radica en el pueblo, que es el que
confiere el mando para su gobierno. Los encolerizados con la decisión de
la mayoría, que a veces llaman el “sistema” para disimular, no hacen
más que redireccionar su desazón ideológica desviándolo hacia la
institución más cercana. Lo que pasa es que mostrar el sentimiento
colérico tal cual, sería, además de una clara exposición
antidemocrática, cosechar una válida antipatía popular asfixiante.
De extremo a extremo
Tampoco caigamos en el extremo de creer que los medios de comunicación y
la difusión de ideas están gobernados como los precios en el mercado o
que son simples mercancías. Insisto: no dramaticemos. Hay un dicho muy
conocido que dice: “el que exagera, miente”.
Hacer falsas promesas, importunar la vida tranquila de los lugareños,
imponer situaciones de tensión, solamente es posible cuando falta la
voluntad cívica y constructiva. Esto por supuesto sin importar el
oficio, edad o función social.
Asimismo, ofrecer la solidaridad a los pobres y mantenerse siempre
devoto al bien público no tienen identificación ni exclusividades. Puede
ser periodista, comerciante, albañil o estudiante. Como así también
oponerse a los privilegios, pillaje público o embustes políticos, no
requiere un determinado status social o ser una persona adinerada.
Conversaciones con un
verdadero periodista
A veces nos creemos de verdad esa historia que nos contaron alguna vez
de que somos el cuarto poder y le aflojamos a la tarea. Esto de que las
naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa es un mito.
Progresar sólo es posible si se mira lejos y somos perseverantes como
pueblo. “El progreso, el éxito y la felicidad en cualquier forma,
requieren de constantes esfuerzos porque los obstáculos descorazonarán a
los débiles y a los no merecedores del éxito”, (Jim Rohn).
De todas formas y para los que tienen dudas, una mirada a la realidad
siempre será una oportunidad para que cada ciudadano argentino saque sus
propias conclusiones, más allá de los discursos políticos, las fuerzas
antagónicas intransigentes o los recortes periodísticos.
Fuente: launiondigital.com.ar
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