viernes, 20 de abril de 2012

La minería y ¿el cuarto poder?

Por Juan Carlos Andrada
La gente merece que la información que recibe de la minería y el medio ambiente sea confiable y no un producto de presiones de cualquier índole. Por tanto, los comunicadores sociales tendremos que superar necesariamente el maniqueísmo periodístico. 
Para ello hemos de empezar a tratar o instalar la minería no solo como de interés de las revistas especializadas, sino como un tema nacional y por lo tanto, lo bastante accesible como para garantizar su llegada a toda la sociedad.
Como hombres y mujeres de la comunicación, sabemos que resulta muy difícil modificar estereotipos una vez que se han instalado, al margen de que consciente o inconscientemente los consolidamos a diario, extremando la versión, pro o anti minera.
Al parecer la prensa, sin exagerar sus virtudes y sus defectos, ha jugado un rol medular en el desarrollo de los acontecimientos relacionados con una de las actividades más importantes del país. Por su lógica e indelegable responsabilidad ¿no es hora de sentar también a los periodistas junto con los otros actores que se ocupan de la materia minero-ambiental, formando parte real y comprometiéndose en una difusión esclarecedora y proyectiva de la actividad?

Exceso de atribuciones
Las comunidades tienen derecho a recibir información veraz y plural relacionada a la minería y el medio ambiente. Además, un pueblo que trabaja y lucha no puede también hacerse cargo de los fanatismos periodísticos en cualquiera de sus versiones.
En todo caso, somos nosotros, la prensa sea pro o anti minera, los que no tenemos derecho a hostigar a los vecinos con planteos intransigentes, ni mucho menos, alterar la paz social porque no supimos encontrar otro camino para comunicar.
¿Quiénes somos los periodistas o comunicadores sociales, a favor o en contra de la actividad, para forzar situaciones al punto de intentar desnaturalizar las decisiones de un pueblo o cuestionar las autoridades legítimamente constituidas?
De igual forma, si bien la actual coyuntura político- mediática es el marco en donde debemos inscribir necesariamente el debate de la minería, eso no justifica que podamos endilgarle tan livianamente al contexto nuestro extravío e incomunicación con la gente.
¿Qué es eso de “nosotros” y “ellos”? Un pueblo es toda su gente. No obstante, de todas las formas que lo queramos imaginar, cualquier cambio promovido no puede ser mediado sino por métodos y principios democráticos. No hay otra.

¿Cuál es el poder de la prensa?
Pero, ¿cómo llegamos hasta aquí? En principio, hay que decir que la información minero-ambiental no forma parte de la agenda de los medios masivos de comunicación en la misma proporción en que influye en las comunidades. Tendríamos que haberle dedicado más tiempo a estos temas.
El periodismo demostró cierto desinterés en profundizar la relación entre la minería y sus lazos socio-económico-ambientales con las comunidades mineras. Esta desidia de la prensa es parte de los efectos perjudiciales al entorno del que no nos podemos desentender. Dicho directamente: la prensa no estuvo a la altura de las circunstancias, tampoco.
Sin embargo, también es cierto que, por desgracia o por fortuna, no somos la única fuente de información ni mucho menos el lugar donde se toman las decisiones importantes. Sin duda no tenemos tanto poder como dicen los que acusan a diestra y siniestra.
Creer que la prensa lo puedo todo (en un sentido o en otro), es un acto de soberbia absurdo de nuestra parte en estos tiempos, y una manera sosa de subestimar a un público diferente y diverso que lee los diarios o escucha la radio a través de los hechos, de la vida misma. 
De hecho, la verdadera autoridad radica en el pueblo, que es el que confiere el mando para su gobierno. Los encolerizados con la decisión de la mayoría, que a veces llaman el “sistema” para disimular, no hacen más que redireccionar su desazón ideológica desviándolo hacia la institución más cercana. Lo que pasa es que mostrar el sentimiento colérico tal cual, sería, además de una clara exposición antidemocrática, cosechar una válida antipatía popular asfixiante.  

De extremo a extremo
Tampoco caigamos en el extremo de creer que los medios de comunicación y la difusión de ideas están gobernados como los precios en el mercado o que son simples mercancías. Insisto: no dramaticemos. Hay un dicho muy conocido que dice: “el que exagera, miente”.
Hacer falsas promesas, importunar la vida tranquila de los lugareños, imponer situaciones de tensión, solamente es posible cuando falta la voluntad cívica y constructiva. Esto por supuesto sin importar el oficio, edad o función social.
Asimismo, ofrecer la solidaridad a los pobres y mantenerse siempre devoto al bien público no tienen identificación ni exclusividades. Puede ser periodista, comerciante, albañil o estudiante. Como así también oponerse a los privilegios, pillaje público o embustes políticos, no requiere un determinado status social o ser una persona adinerada.

Conversaciones con un
verdadero periodista

A veces nos creemos de verdad esa historia que nos contaron alguna vez de que somos el cuarto poder y le aflojamos a la tarea. Esto de que las naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa es un mito.
Progresar sólo es posible si se mira lejos y somos perseverantes como pueblo. “El progreso, el éxito y la felicidad en cualquier forma, requieren de constantes esfuerzos porque los obstáculos descorazonarán a los débiles y a los no merecedores del éxito”, (Jim Rohn).
De todas formas y para los que tienen dudas, una mirada a la realidad siempre será una oportunidad para que cada ciudadano argentino saque sus propias conclusiones, más allá de los discursos políticos, las fuerzas antagónicas intransigentes o los recortes periodísticos.
Fuente: launiondigital.com.ar

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