martes, 13 de abril de 2010

Mineria: Pensar la minería I. La voz de un experto

La minería tiene quien le escriba, quien trabaje, quien le aporte valor, pero ¿tiene quién la defienda? Esta pregunta medular estructura el siempre interesante pensamiento de Ricardo N. Alonso, Doctor en Ciencias Geológicas, y diputado por la provincia de Salta. En la actualidad se sucedieron los ataques a la industria minera sin que los mismos den lugar a un debate claro y, por sobre todas las cosas, estratégico a nivel nacional.

Los grupos antimineros han mantenido, de acuerdo con su prédica mas marketinera que coherente, la idea de “llevar temor a las poblaciones donde se desarrollan proyectos mineros” señala Alonso. Luego de Andalgalá, se produjo el ataque al proyecto Agua Rica; este “pórfido de cobre, oro y molibdeno, que ya tendría que estar en plena etapa de explotación, generando riqueza y trabajo genuino para el pueblo catamarqueño. Un proyecto que cuenta con excelentes profesionales argentinos y que ha cumplido sobradamente con todas las normas técnicas y ambientales. Un proyecto que si tuviese en Chile llevaría años de explotación, como tantos otros proyectos a lo largo y ancho de nuestro país que siguen durmiendo en las montañas el largo sueño mineral.”
No es menor la comparación con el país vecino ya que es un faro a la hora de pensar cómo se trabaja estratégicamente en un país que busca ser productivo y competitivo. Pero tampoco es menor cuando Alonso señala que Agua Rica cumplió con las normas técnicas y ambientales en la medida en que constituyen el mejor argumento que tiene una empresa para validar su actuación.
En un país donde se demanda institucionalidad lo primero que debemos exigir es que si existen instituciones de control que aprueban un proyecto, éste pueda desarrollarse normalmente. Porque de lo contrario, no hay forma de establecer criterios para la ejecución de un proyecto.
La creación del “terror”
La táctica utilizada por los antimineros es la edificar frases grandilocuentes de neto corte apocalíptico. Usan palabras connotando el “mal” para referir a la minería en nombre del cuidado al medio ambiente. Alonso es elocuente a este respecto: “la gente de Andalgalá, con una larga tradición minera, observa cómo estos grupos foráneos circulan dejando panfletos anónimos con mensajes terroríficos sobre el envenenamiento del aire, del agua, de sus campos, creando pánico sobre las enfermedades y muertes de sus hijos y de sus animales. Se trata de una prédica cuasi religiosa, apocalíptica, con mensajes en las paredes, en las rocas o donde sea, instaurando un proselitismo que busca confundir a la gente común con mentiras flagrantes.”
 Lo que predomina como denominador común según Alonso es la mentira. “Se miente sobre el cianuro, sobre el consumo de agua, sobre la contaminación, sobre el drenaje y la lluvia ácida, presentando siempre a la minería como maléfica. Mezclan la renta con el impacto ambiental, dando a entender que si lo hace el estado está bien, pero si lo hace un privado está mal –esgrime el geólogo-. Sin embargo, y a simple ejemplo, no tuvieron miramientos con los desarrollos estatales de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en el tema del uranio en Salta y Mendoza.”
 En este sentido, se opera desde un maniqueísmo que bifurca los caminos del “bien y el mal” como si todo fuese tan elemental; se renuevan los binarismos (privado vs. estatal, mercado vs. intervencionismo, etc.) que poco sirven para resolver una cuestión de fondo, que tiene que ver con el respeto a las leyes de cuidado del ambiente. “La explotación, realizada por quién sea, debe cumplir con las leyes vigentes que tienen gruesos apartados para la protección del medio ambiente, mucho más que cualquier otra industria o actividad humana. Sabemos que esos grupos trabajan para frenar el desarrollo productivo en cualquiera de sus formas. Son los mismos que atacaron y trabaron el proyecto de Esquel, las papeleras del Uruguay, los gasoductos de Salta, el reactor nuclear del INVAP, los desmontes del NOA, y tantos otros emprendimientos siempre con la mentira ambiental como norte y lanza. Son los mismos que en Salta disfrazaron un ternero de yaguareté. Son los mismos que circularon por Tinogasta y los Valles Calchaquíes de Salta proyectando en las escuelas primarias videos de Chernóbil para asustar a niños, padres y maestras con la futura explotación del uranio, tanto el explorado por privados como por la Comisión Nacional de Energía Atómica.”
Una de las declaraciones mas salientes de Alonso es la que refiere al Ing Mayoral en virtud de percibir que nadie defiende a la minería. “En esto vemos la total ausencia del actual secretario de minería de la Nación, Ing. Jorge Mayoral, en los lugares donde tendría que llevar su palabra de aliento. Ante su ausencia, se impone entonces el discurso del diputado Pino Solanas, y otros actores antimineros, que compran paquetes ambientales enlatados, perfectamente armados desde algunas usinas mediáticas nacionales o extranjeras. Son los que lagrimean con el filme egocéntrico de Cameron.”
Alonso sostiene que hay defender la minería que está siendo atacada y observa que este hecho se verifica desde Agua Rica hasta Hollywood (la referencia al filme “Avatar” de James Cameron es recurrente). “Si nadie hace una defensa de la actividad, el discurso que se impone es el que llevan ellos, por más que esté diametralmente equivocado. Todo se puede debatir civilizadamente en torno a la minería y el resto de las actividades económicas del país desde una visión más liberal, nacional, socialista o conservadora.”

1 comentario:

Unknown dijo...

El geólogo Alonso ofende la inteligencia y desprecia la capacidad de los pueblos afectados o suceptibles de ser impactados por la megaminería como si no estuvieran capacitados para entender y decidir cómo vivir. Cree que las reacciones contrarias a la minería a gran escala son obra de sospechosos artífices del antidesarrollo o algo así. Es la propia gente de cada lugar que se informa, debate y toma decisiones. Que es exactamente lo contrario de lo que quieren que suceda los impulsores del saqueo minero: información parcial o nula, discursos desde oficinas y decisiones verticales de gobiernos corruptos o cooptados. No entienden nada.