Al promediar la mañana del sábado, el cajero comenzó a entregar menos del dinero que los usuarios querían retirar. A una docente que quiso retirar $ 1.000, le dió 700 a otros les tragó la tarjeta y en otros casos dió mucho menos que lo requerido. Algunos de los que estaban en la fila decidieron no colocar la tarjeta por miedo a que el cajero se las retuviera.
Este cuadro se reitera a menudo los fines de semana. No se sabe si los cajeros por el uso están llegando al punto de transformarse en obsoletos, o es producto del mal manejo, o porque se colocan tarjetas en mal estado, pero la entidad tendrá que buscar la manera de eficientizar el funcionamiento de los cajeros, porque es desagradable ver a la gente renegar porque necesita extraer dinero y de pronto no contarlo por el mal funcionamiento o falta de dinero en los mismos.
No hace mucho tiempo usuarios del cajero hicieron un piquete un sábado frente al banco para solicitar que le colocaran dinero, lo que está proclive a que suceda permanentemente.
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