Hace tiempo hay un síntoma en determinados sectores de la sociedad que no parece encontrar una respuesta contundente y abarcadora: la necesidad de minerales y metales para el consumo masivo de la humanidad está destruyendo el medio ambiente, sobre todo el de las zonas de explotación minera. Sin embargo, este postulado no es absolutamente verdadero, y tampoco es suficiente para explicar en su totalidad la problemática que versa sobre la minería y el medio ambiente.
¿Preservar el medio ambiente significa detener el progreso del mundo global? Planteados como dos mundos diferentes y excluyentes pareciera no haber solución alguna a la cuestión: o se desarrolla la minería o debe dejar de existir. No habría punto medio. Pero lo cierto es que en diferentes debates internacionales –como la Comisión Mundial sobre Ambiente y Desarrollo, el Convenio sobre Diversidad Biológica, la Mesa Redonda de Berlín, el Protocolo de Kyoto, por nombrar solo algunos de los espacios donde se congregan profesionales e investigadores para debatir estos temas- se han llegado a conclusiones en las que es a través de legislación, diálogo y acuerdos pueden convivir medio ambiente y minería a través del desarrollo sustentable.
Una de las cuestiones que parecen aportar al entendimiento macro de la tensión instalada guarda relación con la transparencia y la conciencia. Es decir, las comunidades locales, las organizaciones ambientalistas, los estados y las empresas mineras tienen que lograr comunicarse de modo efectivo para que tanto la confianza como la toma de conciencia en derredor de los proyectos mineros construyan consenso y se enmarquen bajo criterios de seguridad y bienestar.
De este modo, la comunicación se convierte en una herramienta eficaz y eficiente para conciliar posiciones: abrir espacio a diálogos y planificar estrategias en las que todos tengan voz. Nada más elocuente que los ejemplos de aquellas empresas que adoptaron una postura pro sustentabilidad, y en tanto que así crearon sus áreas de responsabilidad social con profesionales instruidos a ese respecto, logrando un vital acercamiento a las comunidades, y llevando adelante diversos programas de desarrollo regional.
Desde un ángulo más centrado en los acuerdos productivos, las empresas deben planear y consultar los programas y proyectos junto con los gobiernos nacionales, provinciales y locales, buscando garantizar que los beneficios de las comunidades locales no se acoten sólo al período de tiempo que dura la explotación, sino también una vez que cesaron las actividades en la zona.
El uso de herramientas tecnológicas limpias para no dañar el medio ambiente, las jornadas de capacitación y asistencia para la correcta utilización de las mismas, los convenios para la protección de las condiciones de los trabajadores, las facilidades crediticias para las empresas, son varios de los instrumentos que deben conjugarse a la hora de pensar estratégicamente la sustentabilidad de los proyectos mineros. Es decir, que los diferentes actores involucrados deben posar una mirada panorámica y sensible con el objetivo de contemplar no solamente los proyectos de la actualidad sino también los del futuro.
Preservar el medio ambiente no es sinónimo de detener los procesos productivos sino de volverlos eficientes para el progreso de las sociedades. El hombre moderno necesita vivir en un mundo preservado para su bienestar, al mismo tiempo que debe planificar el futuro para ofrecer condiciones iguales o mejores a aquellos que lo sucederán. Para ello es menester llevar adelante acciones racionales cuyos fines tengan como horizonte el bien común y el progreso. En un tema tan arduo como este, se trata de comprender que los efectos de la productividad de una actividad económica como la minería es clave para el desarrollo de los países tanto en el presente como en el futuro.
¿Preservar el medio ambiente significa detener el progreso del mundo global? Planteados como dos mundos diferentes y excluyentes pareciera no haber solución alguna a la cuestión: o se desarrolla la minería o debe dejar de existir. No habría punto medio. Pero lo cierto es que en diferentes debates internacionales –como la Comisión Mundial sobre Ambiente y Desarrollo, el Convenio sobre Diversidad Biológica, la Mesa Redonda de Berlín, el Protocolo de Kyoto, por nombrar solo algunos de los espacios donde se congregan profesionales e investigadores para debatir estos temas- se han llegado a conclusiones en las que es a través de legislación, diálogo y acuerdos pueden convivir medio ambiente y minería a través del desarrollo sustentable.
Una de las cuestiones que parecen aportar al entendimiento macro de la tensión instalada guarda relación con la transparencia y la conciencia. Es decir, las comunidades locales, las organizaciones ambientalistas, los estados y las empresas mineras tienen que lograr comunicarse de modo efectivo para que tanto la confianza como la toma de conciencia en derredor de los proyectos mineros construyan consenso y se enmarquen bajo criterios de seguridad y bienestar.
De este modo, la comunicación se convierte en una herramienta eficaz y eficiente para conciliar posiciones: abrir espacio a diálogos y planificar estrategias en las que todos tengan voz. Nada más elocuente que los ejemplos de aquellas empresas que adoptaron una postura pro sustentabilidad, y en tanto que así crearon sus áreas de responsabilidad social con profesionales instruidos a ese respecto, logrando un vital acercamiento a las comunidades, y llevando adelante diversos programas de desarrollo regional.
Desde un ángulo más centrado en los acuerdos productivos, las empresas deben planear y consultar los programas y proyectos junto con los gobiernos nacionales, provinciales y locales, buscando garantizar que los beneficios de las comunidades locales no se acoten sólo al período de tiempo que dura la explotación, sino también una vez que cesaron las actividades en la zona.
El uso de herramientas tecnológicas limpias para no dañar el medio ambiente, las jornadas de capacitación y asistencia para la correcta utilización de las mismas, los convenios para la protección de las condiciones de los trabajadores, las facilidades crediticias para las empresas, son varios de los instrumentos que deben conjugarse a la hora de pensar estratégicamente la sustentabilidad de los proyectos mineros. Es decir, que los diferentes actores involucrados deben posar una mirada panorámica y sensible con el objetivo de contemplar no solamente los proyectos de la actualidad sino también los del futuro.
Preservar el medio ambiente no es sinónimo de detener los procesos productivos sino de volverlos eficientes para el progreso de las sociedades. El hombre moderno necesita vivir en un mundo preservado para su bienestar, al mismo tiempo que debe planificar el futuro para ofrecer condiciones iguales o mejores a aquellos que lo sucederán. Para ello es menester llevar adelante acciones racionales cuyos fines tengan como horizonte el bien común y el progreso. En un tema tan arduo como este, se trata de comprender que los efectos de la productividad de una actividad económica como la minería es clave para el desarrollo de los países tanto en el presente como en el futuro.
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