o.- (Opinión. Dr. Juvenal Jorge Zambrano, Geólogo). Me llama la atención las pocas respuestas, y ellas bastantes débiles, a los recientes ataques a la minería a cielo abierto. Quizás sea por el efecto aureola de gente famosa, como artistas, escritores y hasta premios Nobel, que no dan indicaciones de que tengan conocimientos científicos y tecnológicos como para opinar seriamente sobre el tema, pero que, por su fama, sus errados puntos de vista son creídos por mucha gente.
Por este motivo, repetiré conceptos por mí escritos hace años sobre el tema. En el caso de la cianuración, pocos saben que los cianuros son compuestos químicos inestables en las condiciones oxidantes de la atmósfera terrestre. Por lo tanto, estos compuestos se destruyen en pocos meses. Hay que tener en cuenta que numerosas especies vegetales, como las rosáceas, que incluyen gran parte de los árboles cuyas frutas consumimos, producen distintos cianuros en su metabolismo desde hace millones de años. De haber sido sustancias estables, estos cianuros naturales se hubieran acumulado a lo largo de todo este tiempo y la Tierra hoy sería inhabitable.
Los cianuros usados en operaciones mineras tienen iguales características de inestabilidad. Por ello, todo cianuro caído o infiltrado en el terreno, en pocos meses se desintegra. Además, al ser productos de alto costo, las empresas los reciclan y actualmente menos de un 20% del cianuro utilizado puede pasar al terreno. Aquellos ambientalistas que no conocen esto, tienden a asustar al público pronosticando toda clase de catástrofes provocadas por la cianuración. Cuidado con prestar oídos a estas false-dades.
En cuanto a la contaminación atmosférica provocada por voladuras, se está perfec-cionando el procedimiento de las explo-siones para reducir al mínimo la producción de polvo. Es muy probable que en un futuro próximo esta situación siga mejorando, de manera que no hay que alarmar al lego por supuestos peligros de envenenamiento del aire.
En cuanto al problema de la producción de ácidos al alterarse los sulfuros que suelen existir en el material estéril asociado al metal producido, se corrige con el empleo de cal.
También se ha perfeccionado la construcción de las escombreras y los diques de colas. En esto son las empresas mineras las que más temen un daño ecológico provocado por derrumbes en depósitos de escombros o rotura de diques. Porque sufrirían una catástrofe financiera, al desaparecer su capital accionario por caer el valor de sus acciones en las bolsas.
La información que actualmente se dispone sobre las operaciones mineras a gran escala, por lo expresado, demuestra que, con los perfeccionamientos tecnológicos, esta actividad reduce cada vez más el riesgo ambiental. No se puede, por lo tanto, juzgar a la actividad minera como contaminante como si usaran la tecnología disponible hace más de un siglo, cuando se ignoraba cómo proteger el medio ambiente. Otras actividades humanas, como la construcción de barrios o ciudades, el procesamiento y combustión de los hidrocarburos, el uso del carbón, entre tantas otras, afectan mucho más al ambiente que la minería.
Por otra par-te, quienes carecen de conocimientos sobre las ciencias de la Tierra, igno-ran que son frecuentes las catástrofes naturales que producen daños ambien-tales varios órdenes de magnitud mayores que los originados por las actividades humanas.
Un ejemplo es la actividad volcánica. Una erupción en tierra firme puede enviar al aire sustancias tóxicas o cenizas que producen gran mortandad en seres vivientes, destrucción de ciudades y hasta de civilizaciones. Igualmente catastróficas son las erupciones submarinas, como las que durante el período cretácico, causaron el exterminio de fauna marina en gran parte del sector atlántico de América del Sur.
Creo que muchas actividades contrarias a la minería perderían apoyo y fuerza si se divulgaran más los hechos y circunstancia asociadas a esa actividad.
Las organizaciones ambientalistas tienen un rol que cumplir en ésto mediante la realización de monitoreos. Podrían, por ejemplo, tomar muestras de agua que las empresas envían al medio ambiente y, si notaran cualquier incremento de sustancias ecológicamente nocivas, deberían hacer la correspondiente denuncia. Esto sería una colaboración útil a la sociedad, al gobierno y a las empresas. (Diario de Cuyo, San Juan, 19/08/09)
Por este motivo, repetiré conceptos por mí escritos hace años sobre el tema. En el caso de la cianuración, pocos saben que los cianuros son compuestos químicos inestables en las condiciones oxidantes de la atmósfera terrestre. Por lo tanto, estos compuestos se destruyen en pocos meses. Hay que tener en cuenta que numerosas especies vegetales, como las rosáceas, que incluyen gran parte de los árboles cuyas frutas consumimos, producen distintos cianuros en su metabolismo desde hace millones de años. De haber sido sustancias estables, estos cianuros naturales se hubieran acumulado a lo largo de todo este tiempo y la Tierra hoy sería inhabitable.
Los cianuros usados en operaciones mineras tienen iguales características de inestabilidad. Por ello, todo cianuro caído o infiltrado en el terreno, en pocos meses se desintegra. Además, al ser productos de alto costo, las empresas los reciclan y actualmente menos de un 20% del cianuro utilizado puede pasar al terreno. Aquellos ambientalistas que no conocen esto, tienden a asustar al público pronosticando toda clase de catástrofes provocadas por la cianuración. Cuidado con prestar oídos a estas false-dades.
En cuanto a la contaminación atmosférica provocada por voladuras, se está perfec-cionando el procedimiento de las explo-siones para reducir al mínimo la producción de polvo. Es muy probable que en un futuro próximo esta situación siga mejorando, de manera que no hay que alarmar al lego por supuestos peligros de envenenamiento del aire.
En cuanto al problema de la producción de ácidos al alterarse los sulfuros que suelen existir en el material estéril asociado al metal producido, se corrige con el empleo de cal.
También se ha perfeccionado la construcción de las escombreras y los diques de colas. En esto son las empresas mineras las que más temen un daño ecológico provocado por derrumbes en depósitos de escombros o rotura de diques. Porque sufrirían una catástrofe financiera, al desaparecer su capital accionario por caer el valor de sus acciones en las bolsas.
La información que actualmente se dispone sobre las operaciones mineras a gran escala, por lo expresado, demuestra que, con los perfeccionamientos tecnológicos, esta actividad reduce cada vez más el riesgo ambiental. No se puede, por lo tanto, juzgar a la actividad minera como contaminante como si usaran la tecnología disponible hace más de un siglo, cuando se ignoraba cómo proteger el medio ambiente. Otras actividades humanas, como la construcción de barrios o ciudades, el procesamiento y combustión de los hidrocarburos, el uso del carbón, entre tantas otras, afectan mucho más al ambiente que la minería.
Por otra par-te, quienes carecen de conocimientos sobre las ciencias de la Tierra, igno-ran que son frecuentes las catástrofes naturales que producen daños ambien-tales varios órdenes de magnitud mayores que los originados por las actividades humanas.
Un ejemplo es la actividad volcánica. Una erupción en tierra firme puede enviar al aire sustancias tóxicas o cenizas que producen gran mortandad en seres vivientes, destrucción de ciudades y hasta de civilizaciones. Igualmente catastróficas son las erupciones submarinas, como las que durante el período cretácico, causaron el exterminio de fauna marina en gran parte del sector atlántico de América del Sur.
Creo que muchas actividades contrarias a la minería perderían apoyo y fuerza si se divulgaran más los hechos y circunstancia asociadas a esa actividad.
Las organizaciones ambientalistas tienen un rol que cumplir en ésto mediante la realización de monitoreos. Podrían, por ejemplo, tomar muestras de agua que las empresas envían al medio ambiente y, si notaran cualquier incremento de sustancias ecológicamente nocivas, deberían hacer la correspondiente denuncia. Esto sería una colaboración útil a la sociedad, al gobierno y a las empresas. (Diario de Cuyo, San Juan, 19/08/09)
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