Por Juan Carlos Andrada
Qué mala costumbre la nuestra de no tomar las cosas como son. A varios meses de haber asumido el nuevo gobierno, y a más de dos años de que la Justicia conoce de los cortes antimineros, los caminos continúan cortados en Catamarca.
Después de años con este mismo fenómeno, parece que a la Justicia ya no le llama la atención que se interrumpa un camino comunero, total el efecto en lo inmediato no se siente. ¡Lo único que falta es que nos pidan explícitamente que nos acostumbremos!
Pero la costumbre puede vencerse con la costumbre. Si nos ponemos el objetivo de volver a la normalidad, tal vez con el tiempo prudencial podríamos recuperar derechos elementales perdidos. Sin embargo, para eso hace falta que las autoridades afronten la situación sin miedo y conscientes del rol que les toca cumplir.
De hecho, cada indecisión trae consigo sus propios retrasos. Parece que no aprendimos que dejarse estar, para después pretender hacer todo de una sola vez, no funciona. Es mejor hacer poco y bien y no de golpe y mal. Pero el temor vuelve a los hombres (en su calidad de funcionarios o de simples ciudadanos) inoportunos, desatinados, arrebatados, en definitiva, visiblemente afectados en su juicio y en la manera correcta de hacer las cosas.
Lo importante es el punto de apoyo
De todas formas lo que cuenta es la decisión. Para ello, basta con tener un punto de apoyo firme donde hacer pie, un sostén seguro, una plataforma preanunciada, lo demás es resultado de la coherencia. En este sentido, el Gobierno tiene que desplegar tranquilo su política minera, pues cuenta electoral y legítimamente con un fuerte respaldo de la gente. Tenemos un pacto deliberado y facultativo entre los gobernantes y los gobernados.
En este marco seguimos dispuestos a colaborar por la paz y la observancia de las leyes actualmente vapuleadas, pero exigimos un Gobierno y una Justicia con entereza e integridad.
Y para esto no hace falta exagerar ni gritar ninguno de los principios proclamados sino una administración estatal eficaz, transparente y responsable, que actúe bajo el predominio de la ley, base de la paz social.
Lo que advertimos y nos preocupa es que la experiencia muestra que algunos funcionarios no alcanzaron a aprender de la historia ni actuar según las lecciones que tiene que sacarse de ella, sin necesidad de repetir los errores ni las circunstancias indignas para un pueblo. Igualmente, de ninguna manera se debe permitir que manos intransigentes controlen el curso del Estado.
Esto no es Macondo
¿Quiere proponer su propio sistema al margen de la democracia y las leyes que nos rigen? ¡Por supuesto que no! Es imposible. A no ser que imagine fundar un pueblo como Macondo, el lugar sin leyes de García Márquez donde reflejó sus “100 años de soledad”.
Como dijo Salvador Allende, “no habrá guerra fratricida porque el Gobierno y el pueblo lo impedirán”. Tenemos que sumar seguridad social y mayor estabilidad política e institucional. Si bien rige un estado de derecho no redundamos en recordar que no vale todo y que tampoco da lo mismo cualquier cosa.
La primera máxima de cualquier ciudadano tiene que ser obedecer las leyes. Esto de forjarse un sistema paralelo autolegitimado no deja de presentar un grave contraste con el resto de la sociedad contenida y alimentada en el espíritu de la misma democracia.
El permanente desafío a las autoridades gubernamentales surgido de los comicios es una sistemática negación del mecanismo de representatividad y la decisión de la voluntad del pueblo.
La sociedad no es una entidad ideal al estilo platónico
Las leyes y los principios no viven por sí mismos, hay que sostenerlos y hacerlos respetar. Ponerlos en vigencia. Traerlos al presente cuando se pierden de la memoria porque son las verdaderas columnas de la sociedad.
No puede ser que por todo y por nada se proteste pidiendo una urgente reparación individual, porque supuestamente no satisfacen sus expectativas creadas en las instancias más íntimas y personales, trastocando la vida de todo el mundo o del conjunto de la comunidad.
La sociedad no es una entidad ideal al estilo platónico. Toda actividad humana e individual transcurre dentro de la sociedad, sin que nadie pueda sustraerse a su influjo ni pueda dejar de influir a los demás. ¿Tanto cuesta pensarse con otros?.
Signos vitales
A la hora de votar y decidir la dirección que tomará la provincia la voz del pueblo es la más sonora. Desoírla es perderse la oportunidad de conocer su verdadera voluntad y espíritu emprendedor. Descubrir la verdad lo que la mayoría quiere. Imposible no escucharla.
Somos un pueblo que no quiere conservar mucho del pasado en la cabeza. Preferimos mirar hacia adelante. Atender al futuro por el que apostamos cada vez que tomamos una decisión en las urnas. En este sentido ser una provincia minera es una afirmación expresada en voz alta por la comunidad catamarqueña.
No podemos estar replanteándonos qué hacer a cada rato. El pueblo sabe con exactitud lo que pretende y busca permanentemente la unidad, y como tal, no puede permanecer indiferente a cuestiones vitales para nuestra provincia.
“Nada hay dentro de la Nación superior a la Nación misma”, sostuvo Nicolás Avellaneda. Agregó que un gobierno permanece fuerte mientras se preocupa por sus problemas reales. Y a la inversa. Si descuidamos lo importante y atendemos lo superfluo, se debilita. No enfocar el problema de los cortes antimineros después de tanto tiempo, es al menos desatender al pueblo cuando éste ya habló sobre lo que quiere para los miembros de su sociedad y su futuro.
La verdad, no sé qué porcentaje deberemos aportar cada uno. Lo importante es que pongamos el máximo esfuerzo de nuestra parte. Al fin y al cabo, “una nación es la suma de todos los individuos particulares, y según los individuos particulares, sienten, piensan y obran; así siente, piensa y obra la Nación”. (Rudolf von Ihering).
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