Tiene 72 años y aún escarba la montaña para poder arrancarle con mucho sacrificio algunos gramos de este metal precioso que supo darle nombre a la localidad neuquina.
Por JAVIER CANTARINI
En una persona se resume la historia de los pirquineros y cómo el desarrollo de la economía cambió sus hábitos de vida.
Andacollo> La figura de Víctor Manuel Candia surge desde el corazón del cerro Sofía. El hombre de rasgos fuertes es uno de los últimos buscadores de oro, profesión conocida como pirquinero. Una tarea dura que se realiza en forma artesanal y que marca a fuego la historia del lugar. Candia recorre, día por medio, su campo en la montaña en busca de una buena veta que le permita extraer un poco del metal preciado. Su andar da cuenta del paso del tiempo y de una tarea sacrificada. En cada una de las líneas de sus manos se revive la historia de los mineros.
"Esta es una labor como le decimos nosotros, o mejor dicho es una galería", cuenta el pirquinero mientras sostiene la poruña (un cuerno de vaca cortado en su mitad para usarlo como un cuenco), para llenarla de piedras y así comenzar a ver si la veta encontrada es buena.
"Estoy ensayando para ver si hay oro. Hay muchos minerales que tienen y otros que no tienen nada. Si tiene se puede empezar a trabajar", dice el hombre al tiempo que indica con su dedo el lugar en la poruña donde debería aparecer el brillo del oro. "Aquí va quedando el oro, abajo porque es el metal más pesado".
Candia forma parte de la tercera generación de pirquineros. Su abuelo nació en Chile, al igual que su padre, desde donde migró.
"Mi papá fue pirquinero desde 1925 cuando llegó a la Argentina desde Chile. Esas son mis raíces. Mi papá fue minero hasta que se murió y quede yo con cinco hermanos más. Ahora me queda un hermano en Huinganco", cuenta con la mirada puesta en la imponente Cordillera del Viento.
Buscando la veta
Victor Candia en la actualidad vive de la cría de ganado caprino y vacuno. La actividad minera ya es parte de un gusto. No lo hace para vivir, sino para revivir la historia de su familia y la de cientos de personas que cruzaron la cordillera para trabajar en la búsqueda del oro.
"Lo hago por la tradición, porque me gusta. Vengo día por medio. Porque tengo el puesto acá". En el recuerdo de Víctor se vislumbra la suerte y destino de un pueblo que ahora es contratado por la Minera Andacollo Gold S.A Una empresa que emplea a unas 350 personas de la localidad a la que el Estado le otorgó la concesión para explotar los 80 kilómetros que forman la Cordillera del Viento.
"Antes había más oro. Después vinieron las empresas y empezaron a trabajar ellas impidiendo nuestra actividad. Trabajaron ellos y rompieron todo, así que los pirquineros casi se terminaron". La referencia de Candia se remonta a la década del ´50 y ´60.
"Yo me convertí en criancero y empecé trabajar en los bosques de Huinganco. A cientos de pirquineros les pasó lo mismo y comenzaron a emigrar para buscar trabajo en otras localidades de Chile y Argentina".
Buscando la veta
El pirquinero deja de ensayar en su cuerno de vaca, interrumpe la historia y manifiesta: "Esto no sirve, es muy pobre", y se traslada hacia otro sector de la montaña.
"Ahí nomás estoy trabajando, en una labor que tiene mejor producción".
Víctor a sus 72 años trepa rápidamente y sin problemas por la ladera oeste del Cerro Sofía. Parece disfrutar de cada momento. Interiormente sabe que con él se termina la tradición de los pirquineros en su familia y tal vez en toda la localidad. "Tengo dos hijos. Uno de ellos es apicultor y otro empleado administrativo de la empresa Minera".
Para encontrar oro primero hay que buscar una veta. Los pirquineros cuentan que conociendo el terreno se sabe donde hay mineral. Una de las formas de saber si hay oro lo indica el color del cerro.
"Se hace una guía frente a un cerro vertical a cielo abierto. Se sigue la veta y se arma una galería que se la sigue para adentro a fuerza de pico y pala", manifiesta Candia.
De esta manera crean una cueva que puede llegar hasta unos 20 metros hacia el interior de la montaña.
"La galería se hace de 1.20 m. de ancho para poder dar la vuelta con una carretilla y así ir sacando el mineral".
Para mostrar su trabajo el hombre prende una lámpara de carburo, se coloca un casco y se introduce en la galería. Toma su pico y da unos golpes para comprobar la dureza de la montaña. Desde ese lugar va sacando bolsas de 50 kg de mineral crudo que después a lomo de mula traslada hasta el trapiche donde se realiza el último proceso en la búsqueda del oro.
El trapiche
Los pioneros chilenos incorporaron la técnica del trapiche y el lavado de oro en el plato por lo que eran llamados pirquineros. Los primeros trapiches movidos por el agua se instalaron en el arroyo Huaraco para realizar el proceso de moler el material extraído de vetas superficiales. En la actualidad no se usa lavar el oro en el agua, por lo que el mineral crudo se traslada hacia un trapiche puesto en tierra.
En Andacollo solo quedan pocas familias con esta herramienta. Una es la de Ramón Contreras. Su hijo Omar que lo ayuda desde muy chico cuenta el proceso.
"El trapiche se llena con agua donde se arroja el material. La máquina lo procesa hasta que lo pulveriza. Se le agrega el mercurio que actúa como un imán para el oro, así que cuando el trapiche trabaja se empieza a recuperar este mineral".
Con la amalgama de oro y mercurio se hace otro prensado más fuerte para seguir separando y finalmente la última separación se hace en la fragua (sistema de calor que evapora el mercurio quedando finalmente el oro).
"El oro que obtenemos es de unos 17 ó 18 quilates y al momento de venderlo se paga entre 80 y 90 pesos el gramo de oro", concluyó el hijo de Ramón Contreras.
Los artesanos que le pusieron nombre
El nombre Andacollo fue puesto por los primeros pirquineros provenientes de Chile para honrar a su pueblo y a la patrona de la minería "Nuestra señora de la patrona del Rosario de Andacollo".
Andacollo se encuentra ubicado en un valle circular sobre la ribera izquierda del río Neuquén, al pie de la imponente Cordillera del Viento, y su nombre derivada de la lengua mapuche tiene varios significados entre las que se encuentra "filón de oro encontrado en el agua" o "mina de oro".
La existencia de este metal data del año 1760 cuando los jesuitas comenzaron con la actividad minera en la zona. Con la expulsión de los indígenas de la región fue el coronel Olascoaga quien solicitó una primera expedición de búsqueda obteniendo un resultado positivo, cuando lavando las arenas del río Neuquén se comprobó la existencia del mineral.
Los registros históricos cuentan que entre 1891 y 1910 fue la etapa de mayor explotación durante la cual surgieron las localidades de Andacollo y Huinganco.
* Extraído del libro Andacollo (1910-2010) 100 años de historia escrito por Ana Valdez.
Fuente: http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2010/12/26/93701.php
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