martes, 14 de diciembre de 2010

Mazzuco y el miedo a la movilidad social

Señor Director, escribo estas líneas en respuesta a una carta publicada por su prestigioso diario el día 8,  firmada por Fernando Mazzuco.

Fernando Mazzuco expone una serie de argumentos que, según el, harían inviable el proyecto Agua Rica. Y lo hace mintiendo. Y lo hace soslayando no solo a los técnicos y profesionales que trabajan en la minería, sino también a profesionales y docentes recibidos en universidades prestigiosas que tienen palabra y firma autorizada para opinar sobre lo que saben.

Fernando escribe sobre argumentos ambientales mentirosos.

Fernando miente, con intensión y por omisión.

Pero mejor dejemos que alguien que estudió para opinar sobre el tema técnico lo haga. (Léase geólogo, ingeniero en minas, ingeniero en medo ambiente, etc.)

Lo que es seguro, y hay cientos de estudios científicos que lo comprueban, es que la minería no mata ni enferma.

Fernando escribe sobre lo que cree que sabe, y no tiene idea.

Sin embargo, hay muchas otras cuestiones, que Fernando conoce y protagoniza,  sobre las que no escribe.

No habla de la violencia que ejerce día a día el grupo anti minero.

No cuenta todas y cada una de las agresiones que vecinos de Andalgalá deben sufrir por ser “pro mineros”.

Enumera leyes, pero  no habla sobre la cantidad de ellas que él y su grupo quiebran día a día.

No argumenta sobre lo fascista del discurso de su grupo, en cuanto a que la verdad y la razón están siempre de su lado, sin lugar a crítica  o debate.

Y con aprietes directos al que osa cuestionar o contradecir este discurso.

Todos se equivocan, o están “comprados” si contradicen su discurso.

Un ejemplo: Cuando una institución prestigiosa (FUNCEI) llegó a la conclusión, después de un estudio profundo, que la minería no afecta la salud, esta institución fue “comprada”. Y obviamente, si el FUNCEI hubiera dicho o demostrado lo contrario, sus miembros serían, para ellos, candidatos al Nobel (por lo menos).

No cuenta que su grupo quiso dividir a la sociedad andalgalenses persiguiendo a “pro mineros”, a periodistas, a funcionarios, a proveedores, a trabajadores mineros, y a todos aquellos que apoyan la actividad, instigando la violencia verbal y física, amenazando, lanzando ultimatums, abriendo la puerta del departamento a grupos “ambientalistas” y a políticos mentirosos como Pino Solanas, fomentando la llegada de grupos de dudosa procedencia, y con oscuros fines como Conciencia Solidaria-Secta Uksim, operando ante la prensa nacional para ridiculizar a Andalgalá y su gente ante todo el país, espantando turistas, etc

También Fernando pone en duda la credibilidad de la democracia y la política, y los hombres elegidos para conducir, poniendo en el mismo momento en duda la conducta pública y el prestigio de miembros de su familia que ejercieron cargos públicos, y que fueron elegidos por el pueblo.



La cuestión de fondo

Fernando se considera diferente. Se considera a sí mismo, y a su grupo de “pensantes”, como los dueños de la verdad y los salvadores de Andalgalá. La reserva intelectual y moral del departamento. Y así mira (n) y opina (n): por sobre todos los demás, a los que ellos llaman “incultos”.

Fernando Mazzuco es docente. Es empleado público. Todos los meses percibe un sueldo más que interesante por parte del Estado. Sueldo que no rechaza, o que no objeta por ser pagado con recursos mineros percibidos por Catamarca.

De cuna tradicional de Andalgalá, Fernando no pasa apuros económicos ni laborales.

Se considera, por lo que se lee, y por los discursos de su grupo, por “arriba”, intelectual, social y económicamente que el resto de los habitantes de Andalgalá.

El, y varios de su grupo, son, hoy por hoy, la “gente bien” del departamento.

Un sociólogo amigo, (con título universitario, no como Aldo), definió muy bien parte del problema de la minería en localidades como Andalgalá.

Al menos, la oposición a la actividad que plantean grupos mayormente integrados por ciudadanos de clase media-alta, sin problemas económicos, y que, como Fernando, en su mayoría dependen del Estado, o son empresarios y comerciantes.

Mi amigo, el sociólogo, definió la situación como “pánico de los sectores dominantes a la movilidad social.”

Fernando y los suyos no quieren que la minería perfore su burbuja. No quieren que ciudadanos de clase baja, sin oportunidades aparentes, con sueldos miserables (cuando consiguen trabajo) puedan insertarse en el mercado laboral con buenos sueldos y buena obra social, insertarse en el sistema bancario, mandar a sus hijos a colegios privados, pagar gastos universitarios etc.

Y esto se oye, hoy por hoy, en los bares que circundan la plaza de Andalgalá:

“Como puedo permitir que fulanito, que antes me podaba la viña por 10 pesos, ahora gane más que yo, mande sus hijos al colegio al que yo mando los míos, tenga auto, se haya construido una casa mejor, venga a la confitería, etc.”

Aterra.

La minería genera movilidad social. Y es lo que más temen algunos sectores oligárquicos que integran los grupos anti mineros, como Fernando.

Lo peor del caso, es que están dispuestos a hacer “lo que sea” para mantener su status.

 Rodrigo Maturano

DNI 30.901.429

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