Por Eddy Lavandaio - Presidente de la Asociación Geológica de Mendoza.
El Congreso de la Nación sancionó la ley Nº 26.418 denominada Ley de Protección de Glaciares. La Presidenta de la nación vetó la ley por Decreto Nº 1837/08. Como siempre ocurre en estos casos, los medios han reproducido tanto opiniones a favor como en contra del veto.
La Asociación Geológica de Mendoza no ha sido consultada al respecto pero los geólogos damos a conocer nuestra opinión porque los glaciares son parte de nuestros mapas geológicos y su estudio es parte de nuestras incumbencias profesionales específicas. La ciudadanía debe ser correctamente informada sobre este tipo de temas para no inducir a falsas interpretaciones acerca del alcance y la necesidad de una ley.
Los glaciares se vienen reduciendo desde fines del Pleistoceno (hace más de 10.000 años) como consecuencia de un incremento de las temperaturas medias, fenómeno que se conoce con el nombre de “calentamiento global”, y que forma parte de un ciclo natural del propio planeta.
Por eso, las corrientes de hielo que en el Pleistoceno llegaron hasta el valle de Uspallata, a poco más de 2.000 metros de altura snm, han reducido considerablemente su extensión y tamaño y sus frentes han retrocedido hasta cerca de los 4.000 metros, como puede observarse en los alrededores del cerro Aconcagua.
Últimamente se ha advertido que la producción de gases de invernadero por la acción antrópica de los últimos siglos puede aumentar el efecto de ese calentamiento global natural. Hay que aclarar que, con ayuda del hombre o sin ella, la tendencia es la misma. El calentamiento va a continuar, habrá menos nieve en la alta cordillera, los glaciares se seguirán derritiendo y, como contrapartida, habrá más lluvias en las zonas bajas.
La advertencia de los científicos no debe usarse para infundir temor ni para mezclar con fines ideológicos. El calentamiento global es un proceso muy lento a escala humana. Lo que debe hacerse es estudiar a fondo el fenómeno, determinar sus consecuencias y recomendar las acciones más convenientes para que los ciudadanos del futuro estén preparados y se adapten para vivir en un país con menos nieve y más lluvias.
Para ello se debe hacer un plan y poner a trabajar a todos nuestros científicos, con el presupuesto y los medios necesarios para estudiar y hacer el inventario y el monitoreo de los glaciares, como parte del tema del agua para las generaciones futuras, visto de una manera integral, incluyendo las aguas superficiales y los acuíferos subterráneos que, por lo expresado anteriormente, son las reservas más importantes.
La ley que se vetó no contiene un plan ni asigna presupuesto alguno para el estudio, y desde varias provincias cordilleranas se la tilda como ley “antiminera”. Esto también debe explicársele a la gente.
El texto, mediante un hábil juego de palabras deriva la “protección de glaciares” a una mal llamada área periglacial, que define como “área de alta montaña con suelos congelados”, y en esa área prohíbe específicamente a la actividad minera y petrolífera. Es una prohibición que apunta en forma directa a las zonas mineras cordilleranas que, si bien no afectan a ningún glaciar, están en terrenos que por altitud, latitud y condiciones climáticas, se congelan.
En efecto, desde la mina Río Turbio, en Santa Cruz, hasta la mina Aguilar, en Jujuy, todas las explotaciones y proyectos mineros que se encuentran en la alta cordillera, se ubican en suelos que están congelados durante gran parte del año. En consecuencia, todos los establecimientos mineros que están en esas condiciones quedarían automáticamente “prohibidos” si se pusiera en vigencia la ley.
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