El Martín Fierro, obra inmortal de nuestra tradición, nos muestra a un hombre perseguido, despojado y solo, pero que conserva intacto su sentido del honor. En uno de los pasajes más nobles, Fierro rescata a una cautiva de las tolderías indígenas sin aprovecharse de su fragilidad ni obtener provecho alguno: “No hay gaucho que se precie / que abuse de una mujer”, parece decir con su ejemplo. Su gesto habla de respeto, de humanidad y de una nobleza que trasciende el tiempo.
A través de su pluma, José Hernández no solo denuncia la injusticia social, sino que eleva el valor del respeto y la dignidad humana, especialmente hacia la mujer. “El hombre no debe abusar / ni en el campo ni en la guerra”, deja entrever el gaucho, en una época donde el desamparo y la ley del más fuerte eran moneda corriente.
El escritor Roald Biganó, en sus análisis del Martín Fierro, destaca precisamente este costado ético y moral del personaje, al que define como “un símbolo de integridad que aún tiene mucho que enseñarnos en tiempos donde la degradación humana parece naturalizarse”. La figura del gaucho se eleva así, no solo como héroe nacional, sino como modelo de respeto y solidaridad.
En un contexto actual donde la mujer sigue siendo vulnerada en tantos ámbitos, rescatar esta mirada del Martín Fierro resulta profundamente vigente. Hernández no solo construyó una epopeya gaucha, sino también un canto a los valores más esenciales del ser humano.
Hoy, Día de la Tradición, recordamos que la verdadera argentinidad también se forja en gestos de respeto, empatía y justicia. En tiempos de crisis de valores, el gaucho Fierro sigue siendo faro y ejemplo: “Los hermanos sean unidos / porque esa es la ley primera”.
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