El 1 de Julio de 1974 murió el General Juan Domingo Perón, y para la mayoría del pueblo argentino fue un momento de inmenso “dolor”, como lo describió Rodolfo Walsh en el diario Noticias, definiendo al extinto líder como “figura central de la política nacional de los últimos treinta años”, y anticipando que “en la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable”.
“Más allá de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional”, enfatizó Walsh evocando aquel instante de nuestra historia.
No se equivocaba, porque se iba a la eternidad el hombre que había incorporado a la nueva clase trabajadora a la sociedad, el que fomentó la industria liviana, el que mejoró significativamente la distribución del ingreso y el que sancionó una legislación laboral de avanzada. Quien, junto a la inmortal Evita, dignificó a los “cabecitas negras”, permitió crear los sindicatos y establecer los beneficios el aguinaldo o de las vacaciones pagas para las clases asalariadas.
El estatuto del peón, el voto femenino, los derechos de la ancianidad, los convenios colectivos de trabajo, la ley de previsión social, la ley de accidentes de trabajo, la ley de vivienda obrera, el sueldo anual complementario, los regímenes de jubilación, las reglamentaciones de las condiciones del trabajo y del descanso, fueron otros de los enormes cambios sociales promovidos desde su genialidad política.
Perón fue un adelantado en comprender la necesidad de un mercado interno vigoroso, sustentado desde una clase obrera con importante participación en el ingreso nacional, advirtiendo además la trascendencia en el desarrollo de una política energética y servicios esenciales propios, con la visión de fortalecer la unión latinoamericana como plataforma de crecimiento y medio para relacionarse con el resto del mundo, como luego retomara Néstor Kirchner y hoy reafirma la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en las bases de su modelo nacional y popular.
Ellos comprendieron al Perón, que como un adelantado a los tiempos y sin egoísmos, preparó a las nuevas generaciones de argentinos para sucederlo. “Siempre hemos hablado de un trasvasamiento generacional -nos legó como lección-, circunstancia que emerge de la necesidad insoslayable de mantener el estado juvenil del Movimiento. Se trabaja normalmente para el futuro y ese futuro, por fatalismo histórico y biológico, corresponde a las generaciones jóvenes. Un movimiento, que sea o represente a una revolución trascendente, difícilmente pueda ser realizado por una generación sino por varias de ellas”.
Esa es la enseñanza que en un nuevo aniversario de su fallecimiento debemos recoger de Perón, por la consolidación de una Argentina y una Catamarca cada vez más justas, más libres y más soberanas, trasmitiendo su mensaje y enarbolándolo como bandera de simbólica protección para todos los argentinos y los catamarqueños.
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