La conmemoración del Día Mundial de la Tierra tiene hoy
connotaciones especiales, no solo porque se cumplen 45 años desde que se
instauró como una jornada para crear conciencia común sobre los
problemas ambientales como la superpoblación, la producción de
contaminación o la conservación de la biodiversidad, sino también porque
quizás como nunca antes resulta imprescindible llegar a acuerdos
globales vinculantes que garanticen la generación de estrategias
eficaces para prevenir los efectos negativos del cambio climático.
Fue un 22 de abril, pero de 1970, cuando se llevó a cabo una masiva
manifestación a favor de la creación de una agencia ambiental. El
evento fue impulsado por un senador estadounidense, Gaylord Nelson, pero
la trascendencia que tuvo derivó de la participación de miles de
universidades, escuelas primarias y secundarias en la convocatoria. La
demanda tuvo éxito, pues luego de aquella demostración de fuerza, el
gobierno norteamericano creó la Agencia de Protección Ambiental.
En las últimas tres décadas y media los problemas ambientales se
han agudizado notablemente. Estudios científicos han constatado cómo el
acelerado proceso de industrialización, sobre todo por impulso de los
países económicamente más desarrollados, ha producido un cambio
climático, cuyo emergente principal es el calentamiento global, que
amenaza la supervivencia de muchas especies animales y vegetales, e
incide negativamente en la propia vida humana.
Ninguna región del mundo está exenta de estas implicancias
fatídicas. Expertos del Centro de Investigación del Mar y de la
Atmósfera (CIMA) elaboraron un informe al que denominaron "Cambio
climático en Argentina: tendencias y proyecciones”, en el que
concluyeron que el Noroeste argentino es una de las regiones con mayor
calentamiento en todo el mundo.
Una fatal combinación de fenómenos naturales inusuales -que bien
pueden asociarse al cambio climático- y negligencia humana, provocó
muertes y grave destrucción de infraestructura pública y privada en el
último año y medio en distintas zonas la provincia.
Algo similar sucede en casi todos los países del mundo. Por tal
razón, la ONU considera que ha llegado el momento de que los líderes
mundiales acuerden un nuevo tratado sobre el cambio climático. Pero
advierten sobre la necesidad de que el acuerdo sea vinculante, de
aplicación obligatoria.
No quiere que se repita lo sucedido luego del protocolo de Kioto,
un acuerdo firmado en 1997 en esa ciudad japonesa para la reducción de
la emisión de gases que producen el efecto invernadero. Pero recién
entró en vigor, por la resistencia de muchos países y empresas, en 2005.
Estados Unidos, el país con mayor emisión de este tipo de gases, nunca
ratificó, ni cumplió el protocolo.
Tal vez la creciente gravedad de las consecuencias del cambio
climático obliguen a los líderes de las naciones a acordar estrategias
viables y cumplibles para morigerar y limitar sus efectos.
Mientras eso suceda, cada habitante de la tierra puede hacer, cada
día, su pequeño aporte para ayudar a la sostenibilidad de la vida en el
planeta.
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