Nacido el 6 de septiembre de 1930 en Malli, Andalgalá, Uribio encontró en las palabras su herramienta para transformar vidas. Su pluma, como un pincel, pintó paisajes de conocimiento y esperanza. Cada verso era un abrazo a la sabiduría, un canto a la luz que los maestros encienden en las mentes jóvenes.
En las aulas, José Oscar Uribio no solo enseñó matemáticas o gramática; enseñó humanidad. Sus ojos brillaban al ver el brillo en los ojos de sus alumnos. Cada niño era un poema en sí mismo, una promesa de futuro. Y él, con su voz serena, les susurraba secretos de letras y números.
Andalgalá, su tierra amada, fue su musa. Las montañas rugosas y los ríos cantarines inspiraron sus versos. En cada piedra, veía una lección. En cada hoja de algarrobo, un poema. Y en el viento que acariciaba los cerros, escuchaba el eco de los sueños de sus estudiantes.
Hoy, su esposa Luisita Megole llora junto a sus hijos: María Luisa, Alejandra, Oscar, Laura Quintana, Luis y Paulo. Los nietos, Agustín Akil, Felipe, Martina y Bernardita Uribio, también sienten la ausencia de su abuelo, ese hombre que les enseñó a mirar más allá de las palabras, a encontrar belleza en los detalles más simples.
José Oscar Uribio, tu tiza se ha convertido en estrella. Tu voz, en eco eterno. Tu amor por la educación, en legado imborrable. Descansa en paz, maestro. Andalgalá te abraza en sus montañas, y tus versos seguirán danzando en el viento. 🌟📚🌹
"Soy parte de Andalgalá, en cualquier lugar que estoy, y vaya donde me vaya, del todo nunca me voy"
No hay comentarios:
Publicar un comentario